lunes, 2 de julio de 2007



Fundamento Filosófico y Antropológica de la Iglesia Católica
Apostólica Antigua del Río de la Plata

La acción pastoral y misionera de la Iglesia se basa en la
tradición del Humanismo Crítico - Ético, que impulsada
originariamente por las corrientes liberadoras en el pensamiento
judeo cristiano, es una perspectiva de reflexión y de acción, en la
que el principio subjetividad se va cristalizando como eje
fundamental de la misma, en el sentido de foco de rebelión y

resistencia. Se trata de la tradición filosófica que se funda como
explicitación progresiva de la humanitas, en tanto, a proceso de
formación de la existencia humana como subjetividad participativa y
valorante, entendida por esta al ordenamiento comunitario mediante
el cual la existencia humana se va calificando como un si mismo que,
justo por ser en su propia subjetividad o conciencia (de si) una
existencia que se sabe como siendo ya en relación con otro o, mas
exactamente, que es conciencia (de si) como conciencia de y entre
otros, su subjetividad es subjetividad "interesada" (inter-esse) en
y por el otro, el interés ontológico de cada sujeto en el otro
implica esencialmente la dimensión ética de "cuidar " su ser y velar
por sus derechos, y cuya realización cualifica a cada sujeto
como "guardián de la finitud del Otro".
Se define la subjetividad en términos de rebelión y resistencia, en
esto se quiere resaltar el momento de fundación ética originaria
como existencia libre y solidaria con el destino del otro, esta
afirmación subjetiva, o lo que es lo mismo, esa capacidad de
autodeterminación y auto estimación son las que lleva a poner la
humanitas como limite y/o la frontera que no podrán ser trasgredidos
en ninguna persona humana, como tampoco violados por ninguna
persona, ni por ninguna práctica social, ni sistema político
económico. La rebelión y/o la resistencia implica así el
reconocimiento de la humanitas como valor último que debe ser
realizado en y por cada uno.
Este concepto de sujeto y subjetividad esta lejos del que impone
Descartes, sujeto que ensayara el experimento de convertir
el "mundo" en su imperio, de someter la realidad a su dominio y
hacer de ella así un objeto de su posesión. Este concepto
de "subjetividad" y "sujeto" desde Descartes viene unido al, "yo",
sino que se equipara además con el "ego" como núcleo de identidad
individual e individualista. Algunas críticas postmodernas han hecho
ver con toda claridad que ese concepto moderno del sujeto no es
solo una ilusión sino también una construcción de fatales secuencias
totalitarias; y que, por eso mismo, haríamos bien en liberarnos del
concepto de "hombre" o de, "humanismo" que se ha consolidado con
dicha construcción. Es un humanismo ("ego - céntrico") dinamizado
justo por el terrorismo teórico-practico de un "hombre" dispuesto a
realizarse o, mejor dicho, a recrearse como Representador, Poseedor
y Fundamentador de si mismo y de la realidad como tal. Esto lleva a
consolidar una relación metafísica del hombre consigo mismo y con el
mundo desde el prisma del sujeto, como instancia de justificación y
de auto-justificación ( Heidegger).
Enrique Dussel y Franz J. Hinkelammert,plantean el "regreso"
al sujeto viviente, a la subjetividad del ser humano viviente, como
horizonte filosófico para una crítica radical a la globalización y
también como "principio" de un actuar humano correctivo del curso de
la misma. Este regreso al sujeto no es regreso a un concepto
metafísico ni a una construcción ideológica, sino, recuperación de
un principio de vida desde la memoria de liberación de las víctimas.
Lo central de esta postura es la subjetividad solidaria y
comunitaria, donde cada uno se hace sujeto mediante, y solo
mediante, la práctica de la justicia. Sujeto no es el auto
justificado, sino el justo. El proceso de formación vital-
existencial del sujeto no se configura por la idea (pasión inútil,
según Sartre) de la auto justificación individual, sino por la
opción ética por la lucha en favor de la justicia.
El Principio Subjetividad invierte así la versión moderna dominante
del sujeto como centro de dominio y posesión del mundo porque asume
la muerte de esta formación (traumática y patológica) del hombre, y
la consiguiente desaparición de ese substituto de Dios., como
condición para que el hombre cultive la humanitas con una práxis
decidida de la justicia. A un nivel más concreto esta inversión se
expresa como superación del paradigma de la posesión por el
paradigma de la justicia. No debe pasarse por alto la emergencia y
la consolidación expansiva del liberalismo económico y/o
capitalismo, se produce el gran giro histórico que instaura el
primado exclusivo de lo económico y, con ello, la era del homo
economicus. Esta gran transformación social y económica conlleva una
inversión antropológica en cuanto que determina las condiciones
básicas de vida e incide así en el diseño de una noción de hombre
creado a imagen de las necesidades del mercado económico.
Esta inversión antropológica degrada al ser humano a un mero agente
económico, aun propietario.
Hemos apostado por una continuación creativa de la tradición del
humanismo critico-ético como tradición abierta que transmite el
principio subjetividad como motor de fundación de una socialización
comunitaria y convivencial, en la que cada uno vive en armonía , en
paz con el prójimo y con la naturaleza.
En resumen, pues, podríamos decir que el recurso a la tradición del
humanismo critico-ético es vuelta reivindicativa al sujeto viviente,
pero por ello también al mismo tiempo reclamo de someter el curso de
la historia al primado de la ética de este humanismo del hombre que
obra justicia.